Utopías

Arnoldo García

Utopías

Tenemos utopías porque nos quitaron la tierra, nuestras raíces desplazadas, desmovilizadas y nos forzaron a movernos. ¿Quién nos forzó a movernos, a abandonar nuestros pueblos, nuestras comunidades antiguas? La avaricia de otros hombres, que para acaparar más necesitaban de nuestra fuerza de mano, necesitaban nuestra sabiduría de la agricultura, las semillas y sus suelos.

Somos utópicos porque donde quiera que estemos estamos en nuestra tierra. No tenemos ningún lugar porque todos los lugares son nuestros -- por más incómodos que los terratenientes actuales tengan, por más incómodos que nos sentimos como extranjeros en nuestra propia utopía, nuestra propia tierra.

Nuestros muertos están enterrados en los estados de Washington, Michigan, Ohio, Indiana, Tejas, Oregon, Arizona, y pronto Nueva York y otras regiones del norte grande. Nuestros huesos se han convertido en el andamio de la tierra, ligándonos a raíces mexicanas. Y todas estas tierras son tierras de pueblos indígenas que fueron desterrados empezando en 1492.

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Nuestras palabras, trenzadas y destrenzadas del lenguaje, tienen múltiples raíces y voces.

Nuestra alegría parece ajena, que no nos pertenece y quizás siempre es fugaz. La falta de utopías nos convierte en fieles seguidores de un dios sin milagros, flagelándonos, auto-inmolándonos para un paraíso que se viste los domingos y nada más. Otras nos convierten en consumidores de alcoholes, drogas y sustancias que nos llenan la panza pero nunca el alma.

Nosotras y nosotros los más utópicos sin vergüenzas tratamos de cambiar este mundo donde las adicciones son comunes y los grupos de anónimos tratan de convencernos de que no somos normales los que como nosotras y nosotros quieren vivir al filo del viento, pensando hoy como hacer el mundo nuevo, retomar nuestro lugar en el orden de la naturaleza?

Y quién son los anónimos de cada día? Las y los migrantes, los indocumentados, la sombra que trabaja para mantener los ricos ricos.

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Todo es posible con la esperanza de amar hasta la muerte.
La muerte es una barrera más que hay que brincar o demoler;
no es impenetrable porque nuestras muertes no mueren sino pasan
a otra realidad fecunda, polvorosa, nebulosa,
que nos cuesta aceptar y reconocer a nosotras y nosotros los vivos
para su muerte,
nosotras y nosotros dependemos de nuestra vida de nuestros muertos.